Futurismo: la música electrónica de hace un siglo


Dicen que si me miras durante 10 segundos y luego cierras los ojos ves a la cabra de la legión vestida de baturro.

Después de mucho tiempo sin hacerlo, hoy he vuelto a bailar de arquitectura. No diría que ha sido fácil. Hacía tiempo que no lo hacía y me encontraba un poco oxidado. El caso es que he comenzado a girar y a girar y justo cuando estaba a punto de perder el equilibrio, he abierto los ojos y me he he encontrado a mi mismo, cara a cara con el personaje que puedes ver justo arriba, en la Europa de preguerra de principios del siglo XX. Como puedes imaginarte el susto que me he llevado ha sido de aupa. Vaya miradita de tío equilibrado...

Viendo la música desde este momento de la historia, me he dado cuenta de que nos hemos acostumbrado a que sea un plato de degustación rápida. Las canciones aparecen, las consumimos y desaparecen de una manera tan rápida, que da vértigo. No nos engañemos, la culpa de haber convertido a la música en un producto de consumo rápido es del mp3 y de la reproducción de música en streaming. Cuidado, no lo crítico, simplemente lo apunto. Recuerdo cuando un disco podía estar durante semanas y semanas sonando en el equipo de música y no tener la sensación de cansancio que ahora puede provocar escuchar durante más de 30 minutos el mismo disco (perdón, playlist). Es justo lo mismo que cuando a un niño le decimos que no valora los juguetes que tiene porque los tiene todos...

Pero vuelvo a mi presente de hoy, me encuentro en Italia, en el año 1913 y observo a dos auténticos frikis de la época; algo así como un Sheldon Cooper y un Leonard Hofstadter de hace cien años. Se trata de Luigi Russolo y Balilla Pratella. Están en una habitación y están hablando algo sobre diseñar una nueva música del ruido. Se han puesto manos a la obra y la han liado parda. Se les ha ido de las manos...


Han inventado un nuevo instrumento musical: los intonarumori. Una familia de instrumentos musicales que son consecuencia directa de sus teorías musicales y en el que cabe destacar que distingue seis categorías de ruidos: explosiones, silbidos, susurros, fricciones, golpes y gritos humanos o animales. Pratella reivindicó la belleza de los ruidos de coches, aviones y armas.

Antes de la Primera Guerra Mundial, esta particular orquesta se presentó en Italia y en Londres, llegando a París en 1921. Despertó el interés de Stravinski, Honegger y Várese, entre otros. Russolo continuó sus experimentos hasta 1930, cuando abandonó sus máquinas en París y fueron destruidas durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. La desgracia se cebó en este movimiento y no sólo se perdieron las máquinas, si no la gran mayoría de composiciones musicales registradas. Esta interrupción fue fatal y la aventura de estos locos se vio bruscamente cortada.

Es una pena no poder escuchar cómo sonaban estas composiciones, pero tenían sugerentes títulos futuristas como "Despertar de una ciudad"  y "Reunión de automóviles y aeroplanos". Te puedes imaginar, visto los títulos y el aspecto de los instrumentos, que la notación musical convencional no les valía de gran cosa, por lo que se inventaron su propio sistema.



Sin embargo, un grupo de gurús musicales de los años 50, como por ejemplo Edgar Varese, partieron de su trabajo para diseñar un nuevo concepto: la música concreta.

Una de las pocas grabaciones que ha sobrevivido es esta "Serenata (Música Futurista)" de Antonio Russolo. Try it...at your own risk.:)



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