Música techno: la banda sonora de la caída del Muro de Berlín




Bailar de arquitectura nunca ha estado tan justificado como esta vez. Hablemos de elementos arquitectónicos, aunque fríos e indeseables y su interacción con la cultura de la música popular y del baile.

El Muro de Berlín es un rotundo símbolo a la descomunal estupidez humana, a la tribalidad más ancestral e irracional. Un símbolo que permanece erguido en algunos tramos, pero que afortunadamente ya no divide, sino que es la lección que se materializa ante nuestros ojos para recordarnos que las divisiones artificiales que provoca la política y las ideologías son una peligrosa oscuridad de la que debemos escapar.

Más allá de su construcción, nos centraremos en su caída. Fueron los propios ciudadanos berlineses, el 10 de noviembre de 1989, 28 años después de su levantamiento, los encargados de derribar ese muro, sin sangre, sin violencia y curiosamente del mismo modo que se levantó: sin previo aviso. Las imágenes de miles y miles de personas, en su mayoría jóvenes, encaramándose al muro, gritando y aplaudiendo en un éxtasis colectivo quedarán para siempre en la historia como la corrección de un camino que nunca debería haberse desviado.



La noche que cayó el muro, las tendencias sonoras que fluían a uno y otro lado del muro cristalizaron en algo único: una mezcla entre punk, krautrock, la música disco, la libertad sexual que fluía en el Berlín oeste, en contraposición a la represión ejercida por el aparato de la RDA personificada en la absurda Stasi, que controlaba de forma enfermiza las buenas costumbres de la población. Estremece pensar que gran parte de la red de observadores de la Stasi eran los propios ciudadanos que lejos de posicionarse de manera crítica contra las prácticas que desarrollaban las autoridades, las apoyaban y prestaban su propia colaboración.

El brutalismo del cuartel de la Stasi en Berlín, hoy un museo

A todo el maremágnum de influencias mencionado, se unió una tendencia que resultó definitiva: el sonido de Detroit, que si bien estaba asentado en su lugar de origen, no terminaba de explotar por falta de existencia de un espacio lo suficientemente alternativo para que se desarrollase. La capital berlinesa sí cumplía este requisito fundamental y el resultado fue vibrante y emocionante: el techno berlinés.

A su ritmo, la juventud alemana de uno y otro lado, se reencontraba y bailaban juntos como una gran celebración de la vida. La red de clubes que empezaron a emerger, era tan espectacular como irrepetible. Valga como ejemplo como  de los restos de un antiguo búnker de la RDA, surgió el mítico club Tresor. En los restos de una antigua fábrica de jabón Planet. E-Werk en una subestación eléctrica.

Tresor, el templo de la música techno en Berlín

Prácticamente en el mismo momento surgieron los macrofestivales como la mítica Love Parade, que celebró su primera edición pocos meses antes de la caída del Muro. Este festival en forma de desfile callejero, pasó de 150 participantes en su primera edición a millón y medio en sus últimas ediciones. De hecho, tuvo que cambiar su lugar de celebración desde la avenida del Ku'Damm a la del 17 de Junio, avenida que partiendo desde la Puerta de Brandemburgo, cruza el Tiergarten. Los DJs situados en la columna de la Victoria, ejercían como eje central de la celebración y el ángel dorado en lo alto como mudo notario, convertido en el símbolo de la celebración. Su iniciador fue el Dr. Motte, una de las figuras más agitadoras de esta época. Un incidente con una avalancha humana en 2010 terminó trágicamente con 21 fallecidos y con el festival.

Imagen aérea de la Loveparade

Si alguien consiguió llenar de himnos este contexto histórico y geográfico, ese fue sin duda Maximilian Lenz, más conocido como Westbam, que en una evidente declaración de intenciones recogió "WEST" de Westphalia y "BAM" de Afrika Bambaataa para componer su nombre artístico. Verdadero agitador y líder de la escena berlinesa a finales de los 80 y principios de los 90, fundó su propio sello discográfico: Low Spirit, que sirvió de plataforma de lanzamiento a la práctica totalidad de la banda sonora de esta época.

Westbam, sus gafas y unos señores de fondo partiéndose la caja

Otro de los grandes factores dinamizadores de este movimiento fue el establecimiento de un eje de comunicación establecido entre Detroit y Berlín, a través de una mítica tienda de discos: Hardwax, a través de la cual se recibían los vinilos del movimiento que lideraba esta corriente en Detroit: Undergorund Resistance, donde militaban artistas de la talla de Robert Hood, Blake Baxter, pero sobre todo Jeff Mills. Este movimiento era profundamente político y racial y sus sonidos duros y ásperos, con gran presencia de bombos y bajos y con práctica ausencia de melodías. El propio Robert Hood, define a este movimiento como un cruce entre Malcolm X y Kraftwerk.

Jeff Mills

Se puede afirmar sin ninguna duda, que el techno fue sin duda la banda sonora que acompañó la caída del Muro de Berlín, una banda sonora donde las estrellas estaban al servicio de la colectividad que dentro de su más absoluto anonimato, se convirtió en la verdadera protagonista. Un momento irrepetible surgido de la adversidad, o mejor dicho, del fin de esa adversidad.



Comentarios